La
Transparencia en la gestión de las instituciones públicas es algo que todos
hemos asumido como objetivo necesario y urgente, al menos en apariencia, porque
seguimos constatando como siempre surge algún caso nuevo en el que nos hemos
desviado de los pasillos iluminados para deambular por zonas de penumbra de la
alegalidad o de la amoralidad, pudiendo recurrir a diversos ejemplos muy
recientes en estos últimos tiempos de mudanzas, en los que algunos procuran
dejarlo todo atado y bien atado (y en la mayoría de los casos, bastante
enredado).
Tenemos
que seguir avanzando en ese propósito, y no será difícil, puesto que el
consenso visible de grupos y colectivos es aparentemente generalizado, pero
¡ojo! ¿qué pasa en la intimidad de cada uno y cada una, qué pasa en Ikea,
república independiente de mi casa? ¿Qué pasa con la responsabilidad social
corporativa de empresas, instituciones financieras, corporaciones,
asociaciones, fundaciones y Ongs de todo tipo? etc. que son privadas, pero
relacionadas, dependientes y cofinanciadas con y por las entidades públicas de
una u otra manera.
La
mera apariencia de transparencia no nos hace transparentes, ni basta colgar mas
o menos información en internet, si resulta posible que permitamos, y
recurramos, a otras entidades exentas del cumplimiento de la legislación de
contratos públicos, por ejemplo; son numerosos los casos de asociaciones,
fundaciones, patronatos y ongs que
acceden a concesiones, subcontratas, convenios etc. de las Administraciones
Públicas para la prestación encomendada de servicios públicos, eludiendo costes
laborales, la libre concurrencia o exigencias contempladas en convenios
colectivos, e incurriendo en competencia desleal e intrusismo en algunas
ocasiones, así como en modos de promoción, dirección y gestión manifiestamente
mejorables.
No
basta con la transparencia institucional pública, pues ahora la corrupción
generalizada es visible, transparente y nos escandalizamos y hartamos algunos,
pero otros muchos le echan mucho morro y tiran “palante” silbando el “que me
quiten lo bailao”; también hace falta transparencia integral, no formal, honestidad, solidaridad, compromiso social,
respeto por la colectividad y por la convivencia, respeto y lealtad por los
demás seres humanos, justicia efectiva y ejemplarizante……..y todo eso precisa
que inculquemos en nuestra mente sentido de pertenencia a la sociedad, de
probidad, de igualdad, de cultura de paz, de educación cívica y de formación
humanitaria.
Me
decía un amigo que no había derecho a que en unas familias trabajaran ambos
cónyuges y en otras muchas no consiguiera trabajo ninguno de los dos, que
habría que establecer un sistema justo y solidario de reparto del trabajo; yo
le dije que estaba de acuerdo, pero que eso no gustaría a todo el mundo por
igual, y me pregunté si sería capaz de plantear a su hijo y nuera con dos
empleos si estarían dispuestos a ceder uno de los trabajos para sus vecinos sin
ningún empleo….. porque solemos exigir a los demás lo que para nosotros relajamos,
y siempre vemos una justificación para
obviar en nosotros mismos una prohibición válida para todos los demás (la parte
más amplia del embudo mirando hacia nosotros, como siempre).
Mientras
que la transparencia e igualdad no sean totales, universales, efectivas y
aplicadas desde la voluntad individual, la transparencia institucional sólo
será un convencionalismo incompleto, discontinuo, un mero formalismo de fácil
cosmética que podrá ser burlado, al amparo de las propias leyes de
transparencia y códigos éticos de colorines anunciados a bombo y platillo. En
estos tiempos de cortes y recortes, no caigamos en minorar las exigencias de
transparencia y buena gestión, la gente corriente pide naturalidad,
espontaneidad y autenticidad.