La revolución de la tecnología de
la información está transformando la política y añadiendo apellidos a la
desigualdad. Internet nos sugirió
grandes esperanzas pensando que estábamos acercándonos a la e-democracia, era en
la que la participación popular on-line y la participación política directa se
convertirían en la utopía. Transparencia, accesibilidad y e-gobierno comenzaron a ser importantes, y creímos que la
libre difusión de la información en la web acabaría con las autocracias y
dictaduras en el mundo.
Pero pronto pudimos constatar que se priorizó el uso de las nuevas
tecnologías para hacernos transparentes a los ciudadanos, para conocer nuestros
datos como sujetos de comercio y
también como electores. La era de la política digital 2.0 nació con la campaña
Obama 2008, demostrando el gran potencial de los medios sociales utilizados de
forma creativa. La tecnología digital puede
cambiar la forma de votar y participar en la política de manera importante, pero
importa mucho más lo que ya cambió en la
vida de la gente, como un sirimiri que nos empapa sin darnos apenas cuenta.
Por ejemplo, ayer fui a la
Agencia Tributaria y me enfrenté con toda naturalidad a un frio dispositivo
Gestor de Colas, que se ha merendado varios puestos de trabajo. En Estados
Unidos y Europa, las cadenas de restaurantes han comenzado a reemplazar
camareros por tablets, que son más baratas, rápidas y fiables.
Son importantes los efectos
redistributivos de la nueva economía generados por las redes sociales. Estamos ya
acostumbrados a que muchos de los servicios que consumimos on-line, como
Facebook y Google, sean gratuitos, pero estos servicios no son realmente gratis,
pues no pagamos por ellos con dinero, pero si con nuestros datos (toda la información
personal de nuestros hábitos, preferencias y planes que revelamos cuando los
usamos), y que luego es monetizada, convertida en dólares y euros por los
intermediarios de los intercambios de información, para el negocio de la
publicidad dirigida (el e-capitalismo de los datos). La utilidad de las redes
sociales y las sumas de money en juego distan mucho de ser triviales.
Además, estos efectos redistributivos no son
universales: las personas
desfavorecidas y un número importante de personas mayores no tienen acceso, al
menos completo, a los recursos de la era digital, por incapacidad funcional y
económica; del mismo modo, los efectos compensatorios de la nueva tecnología no
son mayores que las desigualdades que generan: los libros gratuitos en los famosos
Kindle no compensan a una familia que lucha para hacer frente a los gastos
crecientes en alimentos básicos, material escolar o ropa.
Hay que aprovechar el poder
transformador de internet como facilitador de progreso y no
renunciar a establecer un papel del Estado, de la política, en la economía de la era digital, pues las relaciones
entre el poder y la libertad individual también se ven afectados por los
cambios que surgen en el mundo digital. Por el momento se trata de una economía
impulsada casi en su totalidad por grandes monopolios corporativos de la era
digital, pero los gobiernos pueden trabajar para canalizar los efectos y
universalizar sus beneficios como sea posible. Y los partidos políticos
progresistas necesitan elaborar estrategias para dar forma a esta nueva
economía, en lugar de sólo utilizarla con fines electorales.
La economía emergente de la
revolución digital también tiene efectos regresivos, como el que afecta a nuestra vida privada: la
información que facilitamos nosotros mismos está siendo comercializada, independientemente
de nuestra condición o nivel
socioeconómico, haciéndonos vulnerables ante los explotadores de las bases de
datos (en el e-capitalismo, la protección se compra con dinero). El individuo
se transforma en una colección de datos y enlaces, su identidad digital se hace
más importante que su identidad en la vida real. La persona ya es un sujeto de consumo.
La política digital no es sólo el
uso de Twitter y otras redes sociales para atraer votos. En la era de la revolución
digital, el ritmo del cambio social se está acelerando, y el futuro pertenecerá a quiénes consigan que esos cambios trabajen a favor
de más personas de las que se benefician de ellos en la actualidad.
http://www.psoecaceres.com/es/la-cep-escribe/fernando-solis-capitalismo-digital-y-e-politica/
http://www.periodistadigital.com/panorama-extremadura/firmas-de-opinion/2015/08/12/capitalismo-digital-y-e-politica-fernando-solis.shtml