Algunos autores dicen que son 200
millones las personas sin trabajo en el Globo, lo que nos avisa que la tecnología y la digitalización están transformando
la naturaleza del trabajo, del mercado laboral mundial, y de la propia sociedad
en su conjunto.
No me alarmaría si se repitiera
el hecho histórico de que la automatización supuso normalmente aumentos de
productividad y rara vez destruyó empleo,
pues las máquinas incrementaron la productividad y ciertos trabajos
tradicionales desaparecieron, pero se crearon otros nuevos.
Pero, ¿es posible que las
máquinas incrementen la productividad eternamente para que esto siga sucediendo?
Me permito dudarlo; si fuera así, no habría listas interminables de
desempleados, ni de opositores para cualquier convocatoria mínima de plazas,
¿verdad?.
Debemos tener en cuenta que la
tecnología y la automatización no transforman a todos los trabajos por igual: los trabajadores que
realizan tareas rutinarias, como procesar datos, son más propensos a ser
reemplazados por las máquinas, al revés que los empleos de perfil más creativo,
que incrementan su productividad.
En economía, llaman a este
fenómeno "la polarización de empleo": la tecnología y la automatización
precarizan el trabajo de los peor pagados y aumentan la cantidad y la
rentabilidad de los empleos mejor remunerados, adelgazando el resto del mercado
de trabajo entre esos extremos, el espacio hasta ahora ocupado por la clase
media.
Si desde el final de la II Guerra Mundial, la clase media ha sido el
eje vertebral de la democracia, la participación civil y la estabilidad, estos
cambios afectan al futuro de la sociedad mundial. La tecnología, las
plataformas digitales están redefiniendo la interacción entre consumidores, trabajadores y
empleadores, modificando el
concepto del contrato de trabajo como institución social y encaminando a la
sociedad hacia no se donde, relegando a la ciudadanía hasta posiciones de menor
protección laboral y social.
Y mientras este fenómeno se extiende,
¿qué pasa con las Instituciones públicas? Permanecen inalteradas en sus nichos analógicos,
con sus procedimientos de gestión rutinarios, devenidos obsoletos, en lugar de
reinventarse con el cambio tecnológico para influirlo y tratar de que
favorezca, o perjudique lo menos posible a los administrados.
Ya no son suficientes las
Instituciones ni las políticas analógicas de siempre, ni basta con tener un smartphone
y tablet de última generación para inundar las redes con selfies, post o
tweets; hay que bajar del mundo virtual y oler la calle, vivir el cambio y sentirlo como lo hacen los
ciudadanos, muchos y muchas excluidos por la tecnología y globalización
digital. El día a día lo hemos digitalizado, pero los políticos siguen con
programación analógica.
http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/caceres/politicas-analogicas-vs-ciudadania-digital_900674.html