La
Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, la Convención de 1969
para los Refugiados en África, y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para
los Refugiados (ACNUR) amparan a los refugiados. También están protegidos por
los derechos humanos y, si se encuentran en un Estado en guerra, por el derecho
internacional humanitario.
El
hambre, la falta de futuro, el terror, la miseria, y la falta de seguridad
ciudadana provocan el actual éxodo de millones de migrantes desde Oriente Medio
y Africa hacia Europa, en bastantes casos expulsados por estrategias
geopolíticas de control y explotación de recursos naturales, y a pesar de ello,
y de toda la protección formal citada, vemos el desamparo y rechazo que padecen
los migrantes de nuestros días: el
Mediterráneo se los traga a miles, Turquía levanta muros fronterizos, en las fronteras orientales de Grecia los
carros de combate impiden que miles de extranjeros concentrados la crucen para
subir al tren de la esperanza, el Reino Unido aprueba leyes contra los
indocumentados y sus benefactores, las mafias de la migración ilegal siguen
haciendo caja, la xenofobia crece, y
los gobernantes europeos enredan, incapaces o hipócritas, discutiendo si los migrantes son refugiados o
inmigrantes laborales.
Durante
muchos siglos, millones de europeos migraron por razones bélicas, económicas y
sociales, huyendo de la miseria y buscando mejor vida para ellos y sus hijos,
pero eso ya lo olvidamos, ya es historia antigua.
Hoy en
día, la mayoría de los Estados de la Unión Europea defienden los derechos
humanos; pero dice el refrán “ni pidas a quién pidió ni sirvas a quién sirvió”:
algunos europeos vemos en los inmigrantes una “oportunidad económica” (como
Guindos, un “exiliado” de la especuladora banca mundial, “refugiado” tan
ricamente en la nomenclatura política) mientras que en otros pagos
rechazamos con temor la inmigración, porque nos da miedo lo diferente,
porque nos inquieta la posibilidad de perder al compartir, porque nos incomodan
los cambios sociales en nuestra zona de seguridad, ignorando que estamos
condenados por el envejecimiento poblacional, que la crisis demográfica es
importante para el futuro de Europa, siendo muy difícil mantener la sostenibilidad y un aceptable
nivel de bienestar social en una sociedad envejecida, en la que el colectivo de
jubilados supone una proporción cada vez mayor de la población laboral activa.
Las
autoridades, con pocas luces ante esta crisis migratoria, se han entretenido
discutiendo entre solidaridad humanitaria y cuotas de “reparto justo de los
inmigrantes y refugiados”, escurriendo el bulto unos y otros en base a mil
argumentaciones, retrasando la entrada y acogida en la UE, permitiendo que se
les gaseara en las fronteras; sólo ante
la presión de la opinión pública, de la gente sencilla de la calle y de las
organizaciones humanitarias, se han puesto a planificar la acogida temporal,
que ojalá no se convierta en una peregrinación de 40 años por el desierto del
sufrimiento, de la explotación y del desarraigo hasta alcanzar la soñada
“tierra prometida”.
¿quién
supervisará que el acuerdo sea justo? ¿justo para quién, para los
desfavorecidos que necesitan alimento, trabajo, residencia? ¿justo para los
países asolados y esquilmados o para los que explotan sus recursos?
¿estableceremos turnos de acogida en nuestras casas igual que con nuestros
mayores? …..creo que sería necesario inventar una Comisión de Justos que supervisara el respeto a la dignidad y
humanidad de los acogidos, y que empezara a estudiar soluciones globales para
la gente de todo el mundo, cambiando los patrones económicos y culturales
conocidos, para hacer posible el retorno a casa, sin más holodomor, holocaustos
u holoquesea, en función de los intereses globales de la humanidad y no de
divos, locos o de minorías todopoderosas que dominan recursos y capital.
Abordar las vulnerabilidades de
los migrantes es un imperativo humanitario y una responsabilidad colectiva,
pues todos los seres humanos tenemos necesidades comunes, pero también es un
imperativo moral organizar de manera sostenible este mundo, para que todos
podamos retornar a nuestra tierra, a trabajar y vivir dignamente; Aylán no pudo
retornar, sólo lo hizo su cuerpo sin vida; que la tierra, de la que le
emigraron, le sea leve.
http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/reparto-fue-injusto-aylan_892561.html