El
comportamiento humano en organizaciones, asociaciones e instituciones (de
cualquier tipo y finalidad), me recuerda con frecuencia un post sobre la
mediocridad en la empresa, que he buscado y releído para realizar este
comentario, extrapolado a la sociedad en general.
Dicen los anglosajones que vivimos en un mundo VUCA
(volatility, uncertainty, complexity, ambiguity), que nos exige innovar sin
parar para adaptarnos constantemente al cambio (un proceso que nos condiciona,
e incluso supera). Las organizaciones
humanas necesitan mantener sus actividades y explorar el futuro a la vez para
conservar, crecer y progresar.
Pero
en nuestra sociedad actual, globalizada, competitiva e individualista, es
frecuente la organización mediocre, caracterizada por la inexistencia de
liderazgos auténticos; la jerarquía
y el amiguismo pesan más que los argumentos, y los jefes prefieren
usar el rodillo, el siempre se hizo así y la arrogancia en lugar de explorar y
reaprender. Molesta que otros piensen, porque pone en evidencia la ineptitud y
la incapacidad de los que no hacen más que retrasar o impedir la toma de
decisiones: la inercia acaba en indolencia y se imponen las ortodoxias (amén).
La mediocridad conduce al afán de mantenimiento del
presente como todo horizonte. En una organización mediocre sus dirigentes
suelen acaparar y patrimonializar la gestión, ser poco generosos y ser críticos
solo con los demás, les importan poco los proyectos y se importan básicamente a
sí mismos.
En los proyectos, empresas, instituciones,
universidades y organizaciones, la mediocridad existe por decisión personal, tomada por sus líderes
o aprobada colectivamente, pero es una decisión consciente. La
omisión suele ser una forma habitual de decisión para mantener los status quo
establecidos.
Y ¿como romper esa regla por la que talento atrae
talento y mediocridad atrae mediocridad? Pues empezando por uno mismo. No hay
nada más mediocre que esperar que le rescaten a uno de su propia mediocridad. Salir de ella requiere actitud, esfuerzo y fomentar
una espiral de aprender – desaprender – reaprender. Hay que empezar por no dejarse llevar
por las quejas fáciles ni la autocomplacencia.
La búsqueda de la excelencia, la cultura innovadora,
la generosidad y preocupación por el desarrollo y bienestar de las
personas, una concepción del
liderazgo basado en visión y servicio, y el compromiso por la autenticidad, son factores que nos previenen de la
mediocridad. Tenemos que elegir que y como aprender, en qué proyectos
queremos trabajar y como queremos impulsarlos. El manejo de la
mediocridad está siempre en nuestro tejado y depende de nuestras
decisiones, de nuestro ejemplo y de nuestros resultados (más que de nuestras
palabras). Que sepamos superarla, o que cómodamente nos instalemos en ella
depende de nosotros, casi siempre.
http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/mediocridad-decision-estrategica_874606.html