martes, 2 de junio de 2015

LA MEDIOCRIDAD COMO DECISIÓN ESTRATÉGICA




El comportamiento humano en organizaciones, asociaciones e instituciones (de cualquier tipo y finalidad), me recuerda con frecuencia un post sobre la mediocridad en la empresa, que he buscado y releído para realizar este comentario, extrapolado a la sociedad en general.

Dicen los anglosajones que vivimos en un mundo VUCA (volatility, uncertainty, complexity, ambiguity), que nos exige innovar sin parar para adaptarnos constantemente al cambio (un proceso que nos condiciona, e incluso supera). Las organizaciones humanas necesitan mantener sus actividades y explorar el futuro a la vez para conservar, crecer y progresar.

Pero en nuestra sociedad actual, globalizada, competitiva e individualista, es frecuente la organización mediocre, caracterizada por la inexistencia de liderazgos auténticos; la jerarquía y el amiguismo pesan más que los argumentos, y los jefes prefieren usar el rodillo, el siempre se hizo así y la arrogancia en lugar de explorar y reaprender. Molesta que otros piensen, porque pone en evidencia la ineptitud y la incapacidad de los que no hacen más que retrasar o impedir la toma de decisiones: la inercia acaba en indolencia y se imponen las ortodoxias (amén).





La mediocridad conduce al afán de mantenimiento del presente como todo horizonte. En una organización mediocre sus dirigentes suelen acaparar y patrimonializar la gestión, ser poco generosos y ser críticos solo con los demás, les importan poco los proyectos y se importan básicamente a sí mismos.

En los proyectos, empresas, instituciones, universidades y organizaciones,  la mediocridad existe por decisión personal, tomada por sus líderes o aprobada colectivamente, pero es una decisión consciente. La omisión suele ser una forma habitual de decisión para mantener los status quo establecidos.

Y ¿como romper esa regla por la que talento atrae talento y mediocridad atrae mediocridad? Pues empezando por uno mismo. No hay nada más mediocre que esperar que le rescaten a uno de su propia mediocridad. Salir de ella requiere actitud, esfuerzo y fomentar  una espiral de aprender – desaprender – reaprender. Hay que empezar por no dejarse llevar por las quejas fáciles ni la autocomplacencia.



La búsqueda de la excelencia, la cultura innovadora, la generosidad y preocupación por el desarrollo y bienestar de las personas,  una concepción del liderazgo basado en visión y servicio, y el compromiso por la autenticidad, son factores que nos previenen de la mediocridad. Tenemos que elegir que y como aprender, en qué proyectos queremos trabajar y como queremos impulsarlos. El manejo de la  mediocridad está siempre en nuestro tejado y depende de nuestras decisiones, de nuestro ejemplo y de nuestros resultados (más que de nuestras palabras). Que sepamos superarla, o que cómodamente nos instalemos en ella depende de nosotros, casi siempre.


http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/mediocridad-decision-estrategica_874606.html