Se avecinan elecciones y el
consabido proceso de formación de candidaturas y listas; la democracia es lo que tiene: los ciudadanos necesitamos hacer un esfuerzo periódicamente
para la elección de personas que han de representarnos a todos en la dirección
de los asuntos comunes, ya sean de índole vecinal, deportivo, profesional,
empresarial, cultural, religioso, asistencial, sanitario, político,
educativo, etc.
Algunas veces hay candidaturas
voluntarias y otras hay que motivar o invitar a los candidatos, cual proceso de
contratación negociado con o sin publicidad,
por parte de promotores sociales
experimentados como head hunters.
Ocasionalmente hemos escuchado el
rumor, in crescendo, de que a Fulanito o Menganita había que darle una salida digna, queriendo significar por salida digna una colocación en buen
lugar a cierta persona en una lista elegible para garantizar la superación con
éxito de la nota de corte; ni que decir tiene que el concepto de salida digna prostituye la digna
actividad representativa y suele respetar poco el principio de mérito y
capacidad, pues si se respetara y cumpliera dicho principio no fuera necesario
el invocar la dignidad para cruzar la puerta de salida, pues el hábito no hace
al monje y la dignidad no te la da ni te la quita un determinado lugar en
ninguna lista.
En estos casos sería más
apropiado hablar de salidas políticas, de
conveniencia para unos y otros en orden a garantizar la tranquilidad del
sistema y evitar ruidos o tensiones molestos que distraen o entorpecen.
Comentaba hace unos días con unos
compañeros que la mejor salida digna en la sociedad actual es la del ciudadano
que finaliza su periodo representativo en un momento determinado y sabe volver
a la privacidad de su oficio o profesión, a participar CON TODOS de las mejoras
y fracasos sociales que haya contribuido a lograr para la colectividad en el
ejercicio de su papel de representante; en mi opinión, siendo la
representatividad NECESARIA Y VOLUNTARIA, no habría que premiarla con prebendas
a posteriori, para evitar la constitución de una privilegiada clase social de
ex-representantes cuya afán de pertenencia a la misma devendrá en poderoso argumento, a veces único, para ir o
no en lista.
Me
gusta repetir que la condición de EX es un nivel superior entre los titulines
que uno pueda ir acumulando a lo largo de su vida, y tanto mas satisfactorio si
se puede añadir que a mucha honra; hay
que desatascar las actuales instituciones representativas y renovarlas con determinación y con decisiones urgentes. Porque
la decepción y desafección ciudadanas se combaten con soluciones para la gente y porque esa es la fórmula para recuperar la confianza de
los ciudadanos.
Hoy decidí participar en la
amigable tertulia dominguera de otros tres Ex, personas que representaron con
dignidad los intereses comunes, en los ámbitos político, administrativo y
académico, que pudieron y supieron salir con la misma dignidad ejercida para
recuperar la privacidad del pueblo llano y, en este caso, compartir los efectos
de la crisis con las víctimas y no con los causantes. No todo está perdido.
02/03/2014
02/03/2014